Desde Turín, en la Italian Tech Week, Jeff Bezos lanzó una advertencia que resuena más fuerte de lo que muchos creen: la euforia que rodea a la inteligencia artificial (IA) ya se parece demasiado a una “burbuja industrial”, aunque una que —según él— puede dejar réditos reales para la sociedad.
Cuando el entusiasmo nubla el ojo del inversor
Bezos no es ajeno a los ciclos tecnológicos: mencionó que, en momentos de excitación máxima, “cada experimento recibe financiamiento, cada empresa recibe financiamiento, tanto las buenas ideas como las malas”, dijo a Bloomberg. Y añadió: “los inversores tienen dificultades para distinguir entre las buenas ideas y las malas”.
En su intervención clasificó la situación como una “burbuja industrial” —es decir, una fase especulativa que no necesariamente implica decadencia sistémica— y la comparó con las burbujas puntocom del siglo XX o las que estallaron en biotecnología en los años noventa: muchas empresas desaparecieron, sí, pero lo que quedó fueron avances que transformaron sectores enteros.
Pero no se queda ahí la advertencia: la apuesta por la IA se está extendiendo a toda la cadena tecnológica —desde chips especializados hasta centros de datos y “neoclouds” que prometen poder de cómputo masivo antes de tener productos maduros. Bezos ve una paradoja: el capital fluye masivamente, pero también existe riesgo de pérdidas cuando esa euforia se calme.
Aun así, su predicción remata con una confianza casi visionaria: “cuando se asiente el polvo y se ve quiénes son los ganadores, la sociedad se beneficiará de esas invenciones”. Y subrayó a FT.com: “esto es real… los beneficios de la IA para la sociedad van a ser gigantescos”.
No es solo Bezos. En paralelo, analistas de grandes firmas ya hablan de una “burbuja de euforia” en inversiones tempranas de IA, segun BusinessTimes.
¿Burbuja mala o malinterpretada?
El contraste que propone Bezos tiene sabor provocador: una burbuja financiera es destructiva, como la de 2008, dice, pero una burbuja industrial puede ser “buena” si los frutos que sobreviven son transformadores.
Hace hincapié en que muchas ideas marginales reciben luz propia en este momento frenético; de hecho, señaló que una empresa con apenas seis empleados habría captado miles de millones de dólares, un ejemplo del grado de permisividad que reina hoy en las inversiones tecnológicas.
Pero reducir todo a “una burbuja” sería simplista. Bezos insiste: esto no es humo ni un espejismo, la tecnología es genuina y aplicable. Y advierte: la clave está en aguantar, en ver quiénes sobrevivirán al ajuste, para después cosechar lo que quede.
Reflexión final: la gran apuesta detrás de la burbuja
Quizás lo más inquietante de su mensaje no es la palabra “burbuja”, sino el tono de advertencia y oportunidad simultánea. La metáfora del polvo que se asienta implica que estamos en medio de una tormenta especulativa, un vendaval de capital que oculta lo que realmente importa: el diseño de las arquitecturas digitales del mañana.
Porque cuando las valoraciones caigan y el ruido se disipe, quedarán las estructuras. Quedará el código, los algoritmos decisivos, la infraestructura eficiente. Y esos ganadores no vendrán de la casualidad, sino de quienes hoy sobrevivan al picoteo del mercado.
“Cuando se asiente el polvo… la sociedad se beneficiará de esas invenciones.” Si lo dice alguien que ha visto caer empresas y construir imperios, conviene escucharlo.
¿Quién quedará de pie cuando la burbuja se rompa, y qué legado nos dejará esa fractura?