En Colombia, la semana de receso escolar trae consigo un fenómeno que parece doméstico, pero en realidad refleja un cambio profundo en el consumo digital y en la economía de la atención: uno de cada seis niños colombianos pasa más de cuatro horas diarias conectado a Internet.
Lo reveló el estudio Lenguaje Digital de Kaspersky, y el dato no es menor. Si bien la mitad de los menores dedica entre una y dos horas a navegar, y un tercio está entre las dos y cuatro horas, hay un 17 % que sobrepasa las cuatro horas frente a pantallas. Y lo hacen, en gran medida, no solo para estudiar, sino también para jugar, chatear, ver películas y sumergirse en redes sociales.
Este consumo intensivo, que se dispara justo en vacaciones escolares, dibuja dos caras de una misma moneda: por un lado, el crecimiento del mercado digital infantil —con plataformas de streaming, videojuegos y apps compitiendo por su tiempo— y, por el otro, la exposición creciente a riesgos de ciberseguridad.
La paradoja: negocio en alza, seguridad en jaque
Que los niños sean usuarios tan activos tiene un efecto inmediato en la economía digital. En Colombia, el entretenimiento online ya representa una de las industrias con mayor crecimiento y los menores son un segmento clave: marcan tendencias de consumo, empujan la venta de dispositivos y determinan la popularidad de plataformas.
Cada hora adicional frente a la pantalla es, en términos de negocio, un espacio donde circula publicidad, se venden servicios premium o se consolidan comunidades digitales.
Pero lo raro y preocupante es que este mismo grupo se ha convertido en un blanco atractivo para los ciberdelincuentes. Más horas en línea significan más ventanas abiertas a estafas, suplantación de identidad o intentos de grooming. Incluso espacios aparentemente seguros como el streaming o la mensajería instantánea se convierten en vías para ataques de phishing, enlaces maliciosos o exposición a contenido inadecuado.
Una nueva crianza digital
El fenómeno plantea un reto tanto para familias como para empresas. No se trata de prohibir, sino de acompañar. Los expertos insisten en que la clave está en educar sobre riesgos, en establecer reglas claras y en aprovechar herramientas tecnológicas de protección que permitan filtrar accesos y administrar tiempos de conexión.
Desde la perspectiva de negocios, el desafío está en equilibrar monetización con responsabilidad. Las compañías que ofrecen productos digitales para niños tienen en sus manos no solo un mercado creciente, sino también una obligación de invertir en seguridad, transparencia y confianza. No hacerlo implica perder credibilidad en un segmento que cada día es más observado por autoridades, reguladores y consumidores.
Más que ocio: un cambio en el ecosistema digital
Que el 71 % de los niños colombianos use Internet para estudiar es un dato positivo, pero que casi seis de cada diez lo hagan para jugar en línea y cuatro de cada diez para redes sociales refleja que el ocio digital compite de frente con la educación como motor de consumo. Ese equilibrio redefine prioridades en el mercado tecnológico y obliga a mirar con atención qué plataformas capturan más horas de los usuarios más jóvenes.
En definitiva, el dato de que 1 de cada 6 niños colombianos supere las cuatro horas de conexión diaria en vacaciones es más que una estadística curiosa: es un espejo de cómo la infancia se mueve entre el aprendizaje y el entretenimiento digital, y de cómo, detrás de cada minuto de pantalla, se cruzan intereses económicos y amenazas invisibles.
La semana de receso se convierte así en un laboratorio del futuro: nos muestra cuánto depende la economía de la atención de los más jóvenes y, al mismo tiempo, qué tan urgente es construir un ecosistema digital seguro para que ese tiempo en línea no se convierta en vulnerabilidad.