sábado, octubre 11, 2025

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El café colombiano de 9.30 Take a Break! conquista Madrid con su segunda tienda

No es solo otra apertura más en Madrid. Es el momento en que una marca colombiana, 9.30 Take a Break!, decide probar si el sabor de casa también puede conquistar las pausas del día en Europa.

Y lo hace con estilo: su segunda tienda en la capital española, justo en la Avenida Felipe II, al lado del Movistar Arena, en pleno corazón del barrio Salamanca. Un sitio que no se escoge por azar: visibilidad, flujo, exigencia. Aquí no basta con un buen espresso; hay que contar una historia en cada taza.

En Colombia, 9.30 ya había hecho algo distinto: transformar el café en una experiencia que va más allá del sabor. Sus tiendas en Santafé, Chía, Santa Ana o Nuestro Bogotá no se parecen a las típicas cafeterías de paso.

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Tienen mesas para reuniones, espacios para coworking, cerveza artesanal, panadería propia, platos fuertes y hasta vista panorámica. Uno entra por un café y termina quedándose horas. Es una fórmula curiosa, mitad oficina, mitad refugio, que en el país ha calado bien entre quienes necesitan trabajar, conversar o simplemente parar un momento sin prisa.

Llevar ese concepto a Madrid tiene su ciencia. Porque el café colombiano ya es famoso, sí, pero no tanto como marca viva, como lugar.

En España se consumen 67 millones de tazas al día, y la hostelería es casi una religión: el café se toma en barra, rápido, entre reuniones o camino al metro. Por eso la apuesta de 9.30 es más cultural que comercial.

No están compitiendo solo por vender café, sino por cambiar el ritmo de la pausa. Lo dicen abiertamente: quieren que el break sea un momento de conciencia y calidad, no un trámite.

Su primera tienda en el centro comercial Plenilunio, abierta en diciembre de 2024, fue la prueba inicial. Ahora, con esta segunda apertura, el plan se empieza a ver más claro: consolidarse en España con un modelo que combine locales propios y franquicias, en sitios de alto tráfico y buena conversación.

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Y sí, el objetivo sigue siendo ambicioso: 40 tiendas en cinco años, así lo considera Wilber Jiménez, su CEO. Pero más allá del número, lo interesante es lo que eso dice del momento del café colombiano: ya no se trata de exportar sacos, sino de exportar experiencias, identidad y confianza en lo que somos capaces de ofrecer.

Madrid, en el fondo, es el termómetro. Si allí funciona —en un mercado saturado, exigente, pero amante del buen café— puede funcionar en cualquier parte de Europa.

Si el público español se engancha con el modelo colombiano de “tomarse el café sin prisa”, puede que estemos viendo algo más grande: una nueva etapa del café nacional, donde la historia no se cuenta en dólares por libra exportada, sino en espacios abiertos, tazas servidas y conversaciones que nacen alrededor de una bebida que, como el país, se reinventa cada día.

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Porque a veces una apertura no es solo un negocio. Es una declaración silenciosa: Colombia ya no solo produce café; también lo sirve, lo diseña y lo cuenta.