domingo, octubre 12, 2025

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Integración, desarrollo y oportunidades para la región: el llamado de Sergio Díaz-Granados en el CEC de la ANDI

En el Congreso Empresarial Colombiano de la ANDI, Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de CAF –Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe–, no llegó a Cartagena a repartir frases bonitas. Llegó con cifras, advertencias y un mensaje que, si se toma en serio, implica mover estructuras políticas y económicas en toda la región. Entre sus datos más directos: más de 7.500 millones de dólares canalizados hacia el sector privado, un potencial enorme en el agro y la biodiversidad para impulsar la transición energética, y la urgencia de no seguir ignorando a los 18 millones de jóvenes que hoy ni estudian ni trabajan en América Latina y el Caribe.

La cifra de 7.500 millones de dólares no es un simple titular; es un termómetro de hasta dónde el capital regional puede empujar transformaciones si se orienta con cabeza fría y no como parche coyuntural. Díaz-Granados subrayó que el sector privado no puede seguir asumiendo que las oportunidades se cocinan solas: hay que invertir en sectores estratégicos y con visión de largo plazo. El agro, por ejemplo, no solo produce alimentos; es un jugador central en la transición energética si se gestiona con tecnología, valor agregado y una mirada integral sobre biodiversidad. No se trata de moda verde, sino de convertir lo que hoy es discurso en industria.

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Pero el discurso se volvió más incómodo cuando puso sobre la mesa a los llamados “ninis”: 18 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan en la región. La cifra es un recordatorio brutal de que, sin políticas públicas agresivas y una alianza real con el sector productivo, la región seguirá incubando frustración social y desperdiciando talento. No es un problema de juventud “desmotivada”, sino de sistemas educativos desalineados, mercados laborales cerrados y una falta crónica de políticas que integren formación con empleo digno. Resolver esto no es solo una cuestión social; es una estrategia económica de supervivencia.

La mirada también se posó sobre las ciudades. Mejorar la calidad de vida y la movilidad urbana no es un lujo de países ricos. En América Latina y el Caribe, donde las metrópolis crecen sin orden y las periferias son un agujero negro de oportunidades, hablar de integración regional también implica hablar de transporte eficiente, vivienda digna y planificación urbana que reduzca las brechas. Un sistema de movilidad que conecta a la gente con empleo y servicios no es solo infraestructura: es política económica con impacto directo en la productividad.

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Díaz-Granados insistió en que integrar la región no es un acto retórico de foros internacionales. Significa crear condiciones reales para que los países no compitan a la baja entre sí y, en cambio, encuentren ventajas compartidas frente a un escenario global cada vez más competitivo y menos paciente. La transición energética, la digitalización, el comercio intrarregional y la financiación conjunta de grandes proyectos son piezas de un rompecabezas que requiere voluntad política y coordinación empresarial.

El llamado fue claro: las brechas que hoy dividen a América Latina y el Caribe no se cerrarán solas, y el tiempo juega en contra. El mundo no va a esperar a que la región se ponga de acuerdo sobre cómo aprovechar su biodiversidad, cómo generar empleo de calidad o cómo posicionarse en las cadenas de valor globales. Cada año que pasa sin acción decidida es una oportunidad que se entrega a otros. Las cifras, los diagnósticos y los discursos ya están sobre la mesa; lo que falta es la capacidad de convertirlos en políticas y negocios concretos.

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Al final, el mensaje de Díaz-Granados podría resumirse en una advertencia incómoda: o América Latina y el Caribe aprenden a jugar como bloque con una agenda clara, o seguirán asistiendo a foros para hablar de lo que podrían ser, mientras el resto del mundo reparte el mercado y las oportunidades. El capital está, los recursos están, incluso los diagnósticos están. Lo que está en duda es si habrá la determinación para pasar de las cifras al cambio real.